Estamos considerando las evidencias de la resurrección del Señor Jesucristo.
En primer lugar notamos que ninguno de sus discípulos esperaban que esto fuera a ocurrir.
Empezaron a creer cuando vieron la tumba vacía y los lienzos en los que había sido envuelto su cuerpo perfectamente colocados como si el cuerpo hubiera salido de esa envoltura sin deshacerla.
Luego vino la prueba definitiva cuando el Señor se apareció en repetidas ocasiones a los discípulos. Entonces les dijo: "¡Paz a vosotros!", la redención había sido plenamente consumada, y por lo tanto, les encargó que en su nombre proclamasen el perdón de pecados a todo el mundo.
TEXTO ENSEÑANZA: SAN JUAN 20 : 1 AL 23
TEXTO DE MEMORIA :1° CORINTIOS 15 :4
María Magdalena había ido de mañana al sepulcro, siendo aún oscuro, y cómo encontró quitada la piedra del sepulcro. Inmediatamente fue corriendo y lo contó a Simón Pedro y al otro discípulo. el otro discípulo era Juan.
María Magdalena en realidad no esperaba la resurrección del Señor Jesucristo. Ella pensaba que alguien había robado el cuerpo del Señor. El primer pensamiento que ella tuvo fue que las autoridades religiosas habían robado el cuerpo del Señor. Y creemos que las autoridades religiosas habrían dado cualquier cosa por presentar el cuerpo de Jesús en aquel primer domingo. Ahora lo más interesante de todo es que estas autoridades religiosas acusarían más tarde a los discípulos de robar el cuerpo del Señor.
Simón Pedro y Juan tampoco esperaban la resurrección. Probablemente creían que María no había observado bien en la oscuridad, porque ella vio que la piedra había sido quitada, se asustó y corrió. O pensaban quizás que María se había equivocado de tumba. Así es que se precipitaron a ir al cementerio.
Continuamos considerando hoy la resurrección del Señor Jesucristo, tal como se encuentra narrada aquí en el capítulo 20 del Evangelio según San Juan, y vamos a leer los versículos 3 y 4 de este capítulo 20 de Juan.
"Salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro."
Este otro discípulo, como dijimos anteriormente, era Juan. Era más joven y pudo correr más aprisa que Simón Pedro. Esto confirma la tradición de que Juan probablemente fue el más joven de los discípulos. Creemos que había una amplia diferencia de edades entre estos hombres. El versículo 5 dice:
"Y, asomándose, vio los lienzos puestos allí, pero no entró."
Lo que Juan vio le convenció de que Jesús había resucitado de los muertos. Llegó allí primero, pero como sintió cierta reticencia y reverencia, no entró. Se inclinó para mirar por la pequeña entrada que había sido excavada en la piedra, y vio la evidencia que le convenció. Es asombroso cómo Dios usa las cosas pequeñas como ésta para traer convicción a los corazones de los seres humanos. Alguien ha dicho que "las grandes puertas giran sobre pequeños goznes". Juan vio los lienzos puestos allí, pero el cuerpo había salido de ellos. Leamos ahora el versículo 6.
"Luego llegó Simón Pedro tras él, entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí"
Entonces llegó Simón Pedro jadeando. Para él era difícil correr. La reserva no era una de las cualidades de Pedro, y por tanto entró inmediatamente al sepulcro. Él también vio los lienzos y el sudario que había estado sobre la cabeza de Jesús. Recordemos que José de Arimatea y Nicodemo habían envuelto el cuerpo de nuestro Señor en los lienzos, y le habían aplicado un compuesto de mirra y de áloes, lo cual formó como una especie de goma para dejar el cuerpo herméticamente cubierto. ¿Cómo pudo salir el cuerpo de esa envoltura sin desenvolver los lienzos?
Jesucristo salió de esa tumba así como una semilla sale de la tierra. Recordemos también que Él había dicho que si el grano de trigo no caía en la tierra y moría, quedaba solo; pero si moría, producía mucho fruto. Pero la cáscara de la semilla todavía estaba en la tierra. Y eso es lo que quedó en la tumba - simplemente la cáscara en la cual Él había estado. Ya no estaba más en esa cáscara. ¡Estaba vivo!
¿Recuerda usted que cuando el Señor Jesús resucitó a Lázaro, éste salió del sepulcro todo envuelto en la mortaja, y el Señor tuvo que decirles que desataran a Lázaro? Lázaro salió en su viejo cuerpo envuelto en la vieja mortaja. Es que el cuerpo de Lázaro moriría de nuevo. En cambio, Jesucristo salió con un cuerpo glorificado que nunca más verá la muerte. ¡Ésta es la resurrección! Continuemos leyendo los versículos 7 y 8:
"y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó."
Dios registró con cuidado, por medio de Juan, otro pequeño detalle muy importante. La tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús estaba allí intacta, separada de las vendas en que habían envuelto Su cuerpo. Tenía la forma de la cabeza; y estaba allí tal como la habían puesto en la cabeza de Jesús. Creemos que esto convenció a Pedro de que el Señor había resucitado.
Hay tres palabras griegas diferentes que se usan en este pasaje y todas se traducen como ver. Dicha traducción no permite apreciar ciertos matices. En el versículo 5, cuando Juan bajó para mirar y vio, la palabra para vio allí quiere decir percibir y entender, que implican inspección y percepción. En el versículo 6, cuando Pedro entró y vio, la palabra usada en el griego fue theaomai, de la cual derivamos nuestra palabra teatro. O sea que él contempló la escena. En el versículo 8, cuando Juan entró al sepulcro y vio, la palabra en el original griego significa saber, conocer. O sea que él supo y creyó antes de ver al Cristo resucitado. Leamos ahora los versículos 9 y 10 de Juan 20.
"Pues aún no habían entendido la Escritura: que era necesario que él resucitara de los muertos. Y volvieron los discípulos a los suyos."
Juan nos contó algo extraño. Estos hombres no habían entendido, a pesar de que Jesús les había dicho que resucitaría de los muertos, y aunque el Antiguo Testamento también hablaba de ello. Creemos que incluso hoy en día, necesitamos del Nuevo Testamento como un foco de luz para interpretar el Antiguo Testamento. Creemos que uno de los motivos por los cuales el Antiguo Testamento no es tan popular, es porque no usamos el Nuevo Testamento lo suficiente como para interpretarlo.
Hay muchísimos cristianos en la actualidad que leen la Biblia, pero todavía no conocen ciertas Escrituras. Creemos que hay que tener en cuenta dos razones. Una es que se puede leer un pasaje muchas veces y cada vez ver detalles en ese pasaje que no hemos visto antes. El Espíritu Santo nos da más luz al estudiar y al leer muchas veces los pasajes. Y además, la otra razón es que tenemos que experimentar algunas de las Escrituras para poder entender su significado. Las pruebas, los sufrimientos y las experiencias de la vida nos explican su significado. Por ejemplo, cuando David escribió que el Señor era su pastor, él conocía por experiencia propia el cuidado pastoral de Dios, porque él mismo era pastor de ovejas.
Continuando ahora con nuestro estudio de este capítulo 20 de Juan, en los próximos versículos, Juan nos narra
La aparición a María Magdalena
Al parecer, María fue la primera persona, a quien el Señor apareció. Hubo once apariciones antes de Su ascensión al cielo y tres después de su ascensión. Creemos que del texto podemos deducir que hubo otras que no fueron descritas. Suponemos que a uno siempre le es posible encontrar algún proverbio Bíblico para cualquier situación. Para quienes preguntan por qué Jesús apareció primero a María Magdalena, podemos decir que Proverbios 8:17 dice, "Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan". Pues bien, ella le buscó, y le buscó temprano. Continuemos ahora leyendo los versículos 11 al 15 de este capítulo 20 de San Juan.
"Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el jardinero, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré."
Una vez más nos interesa el hecho de que ella no le conoció. ¿Sabe usted por qué María no le conoció? Ella no creía que Jesús resucitaría de los muertos. La incredulidad es ciega, y también es muda, como en el caso de Zacarías. Le amaba, sí, pero el amor debe estar unido a la fe. Ella estaba llorando porque le amaba, pero también porque no creía.
Ahora quizá alguien pregunte: ¿Cuánto cambia el cuerpo glorificado? No sabemos, pero no creemos que el cambio sea tan grande como para que explique el no poder reconocer a Jesús. Creemos que María estaba absolutamente concentrada en su dolor. Aunque vio a dos ángeles, esto parece que no le llamó la atención de una manera especial. Los ángeles le hicieron una pregunta, no porque no supieran la respuesta, sino porque trataron de despertar alguna evidencia de fe en María. Ella tenía una sola cosa en mente cuando respondió. Él todavía estaba muerto y la respuesta probable fue que el cuerpo hubiera sido robado, según concluyó María. Ella no esperaba ver vivo a Cristo y en su incredulidad, no le reconoció. Pero veamos lo que sucedió en el versículo 16.
"Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que significa: Maestro)."
Todo lo que Jesús hizo fue llamarla por su nombre, y ella inmediatamente reconoció Su voz. ¿Puede usted imaginarse, estimado oyente, la sorpresa y a la vez la inmensa alegría que María sintió al escuchar otra vez la voz de su Maestro? El Nuevo Testamento nos habla de las diversas ocasiones en que el Señor Jesús llamó a las personas por su nombre, incluyendo a aquellas a quienes Él levantó de los muertos. Es nuestra opinión que si el Señor demora en regresar y todos nosotros cruzamos la puerta de la muerte, nuestros cuerpos resucitarán cuando Él nos llame por nombre algún día, tal como Él llamó por nombre a aquellos a quienes Él levantó de los muertos cuando estuvo aquí en la tierra hace más de dos mil años. Cada uno de nosotros escuchará llamar su propio nombre. "Mis ovejas oyen mi voz" dijo Él. Yo creo que le escucharé llamar mi nombre.
Volviendo al caso de la aparición de Jesús a María Magdalena, ella, en medio de su sorpresa y su alegría, se dio vuelta y vio a su Maestro allí frente a ella, y trató de tocar a Jesús, pero Él le hizo una advertencia. Leamos el versículo 17:
"Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios."
El Señor le dijo a María que no le tocara. La palabra tocar aquí es traducción del griego haptomai que significa aferrarse. Más tarde diría a los discípulos que le palparan. ¿Por qué esta diferencia? Aquí El dijo: "Porque aún no he subido a mi Padre". Ésa fue la razón por la cual ella no debía tocarle o aferrarse a Él. Así que, aparentemente, Él sí subió al Padre antes de Su aparición a los discípulos en la sala de la casa. Creemos que el Señor Jesús presentó Su sangre ante el trono de Dios, y que Su sangre transformó el tribunal de juicio en el propiciatorio o lugar donde Dios hoy muestra su misericordia. Esa sangre fue derramada por el pecado suyo, y por el mío. Creemos que la sangre estará allí por toda la eternidad como un testimonio eterno del precio que Él pagó por nosotros.
Fíjese usted que Jesús fue específico al decir "mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios". Su relación con el Padre es diferente a nuestra relación con Él. Nos convertimos en hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Cristo, en cambio, es miembro de la Trinidad, el eterno Hijo de Dios; y aquí Él hizo esta distinción.
Continuemos ahora leyendo los versículos 18 y 19 de este capítulo 20 de Juan, que dan comienzo al párrafo titulado
La aparición de Jesús a sus discípulos
"Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos la noticia de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas. Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo: ¡Paz a vosotros!"
Estos hombres se habían dispersado cuando Cristo fue crucificado, pero ahora parece que se habían reunido y escondido en una sala porque tenían miedo. Las puertas estaban cerradas, lo cual en realidad quiere decir que estaban atrancadas.
¿Ha notado usted que cuando lo sobrenatural toca lo natural, el mensaje que siempre viene es "Paz" o "No temáis"? El mensaje que Él tenía para ellos entonces, cuando Su deidad tocaba la humanidad de ellos fue el siguiente: "Paz a vosotros". Ésta es la paz que nos viene al ser justificados por la fe por medio de nuestro Señor Jesucristo. Esto nos da paz con Dios.
Como usted ve, aquí le reconocieron cuando le vieron. Claro que estos hombres, por su puesto, estaban asustados. Jesús apareció en Su cuerpo glorificado, y entró en el cuarto aunque las puertas estaban cerradas y bien atrancadas. Aprendemos de este incidente que el cuerpo glorificado no está sujeto a las leyes del universo material. Es por eso que creemos que cuando el Señor recoja a Su iglesia y los cuerpos sean transformados, no habrá ningún problema en que nosotros recibamos al Señor en el aire, como explicó San Pablo en su primera carta a los Tesalonicenses 4. Leamos ahora el versículo 20 de este capítulo 20 de Juan:
"Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor."
Pero, fíjese que aunque era Su cuerpo glorificado, tenía las señales de las heridas en Sus manos, en Sus pies y en Su costado. Había una extraña similitud con aquel cuerpo que había sido clavado en la cruz. Las cicatrices están allí. Ahora no creemos que después de esta vida, habrá cicatrices en nuestros cuerpos. Creemos que esas cicatrices estaban en el cuerpo de Jesús porque eran las cicatrices de las heridas que sufrió por nosotros. Creemos que le quedaron esas cicatrices para que usted y yo pudiéramos ser presentados delante de Él sin defectos y sin manchas. Él llevó nuestro pecado y esas cicatrices serán la evidencia de ello por toda la eternidad. Leamos ahora el versículo 21.
"Entonces Jesús les dijo otra vez: ¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío."
No creemos que el Señor simplemente se repitió a Sí Mismo. Creemos que esta paz aquí era una paz diferente. En el versículo 19, fue la paz de la redención - la paz con Dios. La redención ya estaba completa. Ésta era la paz descrita en Mateo 11:28, donde el Señor Jesús dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". Ésta era el descanso de la redención, la paz de la redención. Pero había otra paz. Era la paz de Dios. La paz de aquellos que están en comunión y compañerismo con Dios y que hacen Su voluntad. Ésta fue la paz descrita en Mateo 11:29, donde Jesús dijo: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas."
La redención ya estaba lograda. Ahora Cristo les enviaba al mundo como el Padre le había enviado a Él. Jesús había mencionado esto antes en Su oración, cuando dijo en el 17:18, de este Evangelio de Juan: "Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo". Volvamos ahora al capítulo 20 de Juan y leamos el versículo 22.
"Y al decir esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo."
Este período de historia fue un período de transición entre la ley y la gracia. Hubo un intervalo en la vida de estos hombres y en el ministerio del Señor Jesús entre Su muerte y Su resurrección, y el día de Pentecostés. Este fue un tiempo único en la historia del mundo.
Nuestro Señor les había hablado sobre la oración en Lucas 11. Había dicho que si pedían algo, les sería dado. En el versículo 13 de ese capítulo 11 de Lucas, Él dijo que estaba hablando especialmente en cuanto al don del Espíritu Santo que el Padre Celestial les daría a los que se lo pidiesen. Bueno, hasta donde podemos saber, ¡ellos nunca lo pidieron! En Juan 14:16 Jesús les dijo: "Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador". Es verdad que Simón Pedro mostró algo de discernimiento cuando dijo que Jesús era el Cristo, pero fue solamente unos pocos minutos después, cuando le dijo a Jesús que no fuera a la cruz para morir. Personalmente creemos que en el momento en que el Señor sopló en ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo", estos hombres fueron regenerados. Antes de este momento, el Espíritu de Dios no había morado en ellos.
Esta palabra "sopló" aparece sólo otra vez más en la Biblia. En Génesis, Dios sopló en la nariz de Adán aliento de vida. Creemos que aquí, en el pasaje de Juan, Jesucristo, al soplar, impartió la vida eterna a estos hombres, dándoles el Espíritu de Dios. Esto les sostendría y les daría seguridad en el intervalo entre Su ascensión y la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo vendría y serían bautizados por el Espíritu y unidos al cuerpo de Cristo, es decir, a la iglesia. Serían también investidos de poder desde lo alto. En aquel día la Iglesia comenzaría su existencia. Desde ese tiempo hasta el presente, el Espíritu Santo está en el mundo, habita en el creyente y bautiza a cada creyente uniéndole al cuerpo de Cristo. Leamos ahora el versículo 23 de este capítulo 20 de Juan.
"A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos."
Éste es un versículo importante, pero ha sido muy mal entendido. Juan Calvino ha escrito lo siguiente: "Cuando Cristo ordenó a los apóstoles que perdonasen los pecados, no les transfirió lo que es atributo exclusivo de Él mismo. Le pertenece a Él perdonar los pecados. Simplemente les encargó que en Su nombre proclamasen el perdón de pecados."
En ninguna parte del libro de los Hechos, ni en las Epístolas encontramos algún caso de un apóstol perdonando los pecados de alguien. Sí fueron a todas partes proclamando el perdón de pecados. Permítame hacer la siguiente pregunta, ¿qué es lo que perdona los pecados? Aun Dios no puede simplemente perdonar de forma arbitraria los pecados. El perdón de los pecados tiene lugar única y exclusivamente por la sangre de Jesucristo. En los días del Antiguo Testamento, el perdón de pecados se basaba en el hecho de que Cristo vendría y moriría. En el Antiguo Testamento Dios acreditaba la salvación, por así decirlo, hasta que Cristo viniera y pagara el castigo. En la actualidad, Dios perdona nuestros pecados cuando creemos que Cristo murió por ellos.
¿Cómo, entonces, podemos usted y yo perdonar los pecados? ¡Proclamando el Evangelio! Ésta es la obra más importante que podemos hacer. Cuando alguien se arrepentía y creía en Jesús mientras Él estaba aquí en la tierra, era un hecho maravilloso. Pero lo que resulta asombroso es cuando usted y yo simplemente proclamamos la Palabra de Dios y alguien es renacido espiritualmente y se convierte en una nueva criatura en Cristo Jesús. "A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados". Este hecho ocurre cuando usted y yo proclamamos el Evangelio de la gracia de Dios. Ése es el privilegio más glorioso que tenemos hoy, estimado oyente.
Tenemos una responsabilidad. Si no predicamos el Evangelio al mundo, sus pecados no serán perdonados. Creemos que hoy estamos cosechando las consecuencias por los años en que no hemos llevado el Evangelio al mundo, con la dedicación que debiéramos haberlo hecho. Hemos descuidado nuestra responsabilidad y el resultado es la violencia de las guerras y en todas las relaciones humanas. ¡Cuán diferente sería el mundo si los cristianos llevasen a cabo la proclamación del mensaje liberador del Evangelio con todas sus fuerzas y las posibilidades a su alcance! Nosotros tenemos lo único que traerá el perdón al mundo. Es el Evangelio de Jesucristo. Estimado oyente, si es usted cristiano, ¿qué está haciendo al respecto?
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