LA GUERRA ESPIRITUAL

Texto enseñanza:2 Corintios 10:4 

Texto de memoria: EFESIOS 6:12

 Estamos en una maravillosa sección que trata con la lucha, la guerra espiritual que tiene que llevar a cabo el creyente. Pablo tenía una gran perspectiva del campo de batalla en su totalidad. Había que obtener el cielo, y evitar ir al infierno. Y de esa manera es como Pablo actuó. Escuchemos ahora lo que dijo, porque él iba a hablar de unas armas que necesitamos. Nosotros necesitamos primero reconocer que la lucha es espiritual y que las armas también lo son. Leamos nuevamente el versículo 4:

"porque las armas de nuestra milicia no son carnales, (no son del mundo) sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas"

Este versículo es una especie de paréntesis, y aquí ni siquiera enumeró cuáles eran esas armas. 

Una guerra espiritual implica que tenemos un enemigo que es espiritual, y un enemigo espiritual requiere armas espirituales. Nuestro enemigo no es de la carne. 

Se nos dice que tenemos algunas armas que son poderosas, es decir, muy efectivas. ¿Podremos identificarlas?

Nuestra primera arma es la Palabra de Dios. Necesitamos tener confianza en la Palabra de Dios. La Biblia la llama "la espada del Espíritu". Y se nos dice aquí que éstas son destructivas, son útiles para refutar argumentos. Es decir, el razonamiento, la filosofía y la sofisticación de los griegos. Ellos eran grandes en filosofía. Pablo pudo entrar en Corinto, baluarte de la filosofía y la religión, con el arma de la Palabra de Dios. Ésa fue precisamente el arma que él usó. En Efesios 6:17, él también escribió: "Tomad también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios". Pablo desenvainó su espada, dependió de esa hoja desnuda y dijo: "El evangelio es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree".


La segunda arma es la presencia del Espíritu Santo. Pablo reconoció su propia debilidad humana. El sabía que había sido sellado por el Espíritu Santo y que podía actuar siendo reforzado por el poder del Espíritu Santo. 


También tenemos otra arma: la oración. Reconocemos que se dice poco sobre la oración en cualquiera de estas dos cartas a los Corintios. Sin embargo, Pablo verdaderamente creía en la oración. En su carta a los Efesios 6:18, la mencionó como una de las armas ofensivas, cuando dijo: Orad en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velad en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.

Luego él dijo algo más en el versículo 5, de este capítulo 10, de la Segunda epístola a los Corintios. Leamos este versículo 5:

"derribando argumentos, especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo"

En esta batalla espiritual, los soldados tienen éxito. Y cuando decimos eso, no queremos decir que resultan victoriosos. Dios obtiene la victoria y entonces, cuando tenemos éxito la gloria es toda para el Señor. En esta misma Segunda epístola a los Corintios, en el capítulo 2, el versículo 14, dice: "Pero a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo". ¿Y cómo? "En Cristo Jesús y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento".

Ahora nosotros no vamos a poder ganar a todos para Cristo, estimado oyente, pero podemos predicar y divulgar la Palabra de Dios. Le damos gracias a Dios por la puerta abierta que es la radio. Le damos gracias a Dios por la puerta abierta que tenemos para testificar en nuestro tiempo. No somos victoriosos, pero sí podemos tener éxito, y eso es lo que Pablo quiso decir. En los versículos 6 y 7, dijo Pablo:

"y estando prontos a castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta. Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo de que es de Cristo, esto también piense por sí mismo: que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo".

Él estaba diciendo aquí que ellos pertenecían a Cristo, tanto como cualquier otro. Y él estaba hablando a aquellos que en aquella iglesia eran críticos, que estaban en la oposición. Y dijo luego, en el versículo 8:

"Aunque me jacte algo más todavía de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción, no me avergonzaré"

Pablo estaba insistiendo en su autoridad como apóstol. Pero no tenían por qué avergonzarse por ello. Su propósito era el crecimiento espiritual de ellos, fortaleciéndoles en la fe, y no su destrucción. Luego en los versículos 9 y 10 dijo el apóstol:

"Para que no parezca como que os quiero amedrentar por cartas. A la verdad, algunos dicen que las cartas son duras y fuertes, pero que la presencia física es débil y la manera de hablar despreciable".

Pablo no deseaba que sus cartas fueran severas, que impusieran temor, y luego, que él se presentara ante ellos con una apariencia de debilidad o como una persona insignificante. Pensamos que Pablo no era lo que uno podría llamar una persona atractiva. Eso es algo que necesitamos reconocer. Cuando la gente escuchaba hablar a Pablo, resultaba obvio que él no estaba predicando con su propia energía física, con elocuencia, o con su magnetismo personal, sino con el poder del Espíritu de Dios. Creemos tenía la apariencia de ser un instrumento débil. Quizás era un caso parecido al de Sansón, en la época de los jueces, en el que resultaba evidente que la fuerza que demostraba tener no residía en sí mismo, sino que provenía del Espíritu de Dios.

Y luego él continuó diciendo en los versículos 11 y 12, de este capítulo 10:

"Esto tenga en cuenta tal persona, que así como somos en la palabra por cartas, estando ausentes, lo seremos también en hechos, estando presentes. No nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos manifiestan su falta de juicio al medirse con su propia medida y al compararse consigo mismos".

Él utilizó un tono humorístico en lo que estaba diciendo aquí. Hay muchas personas que se comparan entre ellas y llegan a la conclusión de que ya han alcanzado su objetivo de lograr un nivel espiritual alto. Al compararse con otros cristianos se ven como creyentes fieles, espirituales, superiores a los demás. Pero esos no son los modelos que tenemos que usar. Por otra parte hay cristianos que se mueven dentro de su pequeño grupo y al compararse con los demás, observan que tienen defectos más o menos similares, que tienen las mismas actitudes y limitaciones; entonces se sienten satisfechos y engreídos y no creen necesario cambiar para lograr un nivel espiritual mayor. Continuando ahora con el versículo 13, de este capítulo 10, dijo Pablo:

"Pero nosotros no nos jactaremos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por medida al permitirnos llegar también hasta vosotros"

La queja de los creyentes de Corinto contra Pablo era que no fuera a visitarles. Decían que dedicaba tiempo a otros, pero que no iba a verles a ellos. Hay cristianos hoy que suelen quejarse de sus líderes por los mismos motivos. Pretenden que los que están a su cuidado espiritual estén pendientes de ellos, dispuestos a escuchar todo lo que piensan, sienten y viven. En cierto modo, se parecen a los niños, que requieren atención constantemente, y cuando uno desvía su atención a otras personas, reaccionan inmediatamente, protestando. No se dan cuenta que cuando un siervo de Dios dedica tiempo a mimar a otros de esa manera, está desperdiciando su tiempo; porque su deber es pasar su tiempo con aquellos que necesitan desesperadamente ayuda espiritual, y estudiando la Palabra de Dios para poder, a su vez, alimentar a todos espiritualmente. Pablo dijo entonces en los versículos 14 al 16, de este capítulo 10:

"Porque no nos hemos extralimitado, como si no hubiéramos llegado hasta vosotros, pues fuimos los primeros en llegar hasta vosotros con el evangelio de Cristo. No nos jactamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos entre vosotros, conforme a nuestra regla. Así anunciaremos el evangelio en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro para jactarnos de lo que ya estaba preparado".

Pablo les dijo que debían recordar que en primer lugar había ido a visitarles a ellos. Había sido el primero en comunicarles el Evangelio y para ello, había tenido que realizar un largo viaje. Les aclaró que su método no consistía en llegar, quedarse en un lugar y convertirse en el pastor de una iglesia. Él había sido llamado por Dios para ser un misionero, un maestro y predicador itinerante. Después de comenzar una obra estableciendo una iglesia, solía continuar viajando para hacer lo mismo en otra ciudad. Él siempre procuraba desplazarse a aquellas regiones que aún no habían sido alcanzadas con el testimonio del Evangelio, donde nadie había ido a comenzar una nueva obra. De esa manera, nunca edificaba su nueva obra sobre los trabajos comenzados por otros mensajeros, ni jactarse él mismo por lo que otros habían hecho. Y entonces, en los versículos 17 y 18, dijo:

"Pero el que se gloría, gloríese en el Señor. No es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba".

Nosotros nos presentamos delante del Señor para que sea Él quien nos elogie. Ésta es realmente una palabra de advertencia. Un cristiano podía haber sido dotado para efectuar visitas a otros creyentes, y otro para ocupar el púlpito en la enseñanza o predicación. Por lo tanto nadie debía quejarse ni criticar al que ocupaba el púlpito porque no le visitase ni le dedicara mucho tiempo; más bien, debía darle tiempo para que estudiara y preparara sus mensajes. Y si lo hacía así, no tendría tiempo para andar de aquí para allá visitando a otras personas. Lo que se esperaba entonces en aquellos tiempos, y se espera también hoy, es que conozcamos cuál es el don o capacidad espiritual de una persona para ayudarle a desarrollar ese don, en vez de juzgarla si no está haciendo lo que nosotros queremos que haga. En resumen, Pablo les estaba diciendo a los creyentes de Corinto que él estaba haciendo precisamente aquello para lo cual Dios le había llamado. Y Dios le había encomendado la misión de un maestro y predicador, un misionero itinerante.

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