El estímulo para el dar cristiano


DOMINGO 11 DE MARZO 2018
LECCION: 2 Corintios 9:1- 12
TEXTO AUREO : MALAQUIAS 3:8
Desde las primeras palabras de este capítulo, es evidente el gran interés de Pablo por que los Corintios completaran el proyecto de contribución económica que habían ansiosamente iniciado. Él no había considerado necesario escribir acerca de la necesidad de enviar ayuda a los creyentes de Jerusalén, porque los Corintios habían acordado con verdadero entusiasmo implicarse en este servicio social. El interés de ellos había sido divulgado por Pablo entre los Macedonios el año anterior, quienes a su vez se habían sentido estimulados. La diferencia entre los Macedonios y los Corintios, estribaba en su diligencia y prontitud por llevar a cabo el proyecto hasta su finalización. Más lentos en sus comienzos, los Macedonios terminaron rápidamente, en cambio, los Corintios, con su espíritu dispuesto, necesitaron ayuda para disciplinar su naturaleza humana más inconstante. Leamos los versículos 1 al 4, que continúan con la explicación del dar cristiano:
"En cuanto a la ayuda para los santos, es por demás que yo os escriba, pues conozco vuestra buena voluntad, de la cual yo me glorío entre los de Macedonia, pues les he dicho que Acaya está preparada desde el año pasado; y vuestra diligencia ha estimulado a la mayoría. Pero he enviado a los hermanos para que nuestro motivo de orgullo respecto de vosotros no sea vano en esta parte; para que, como lo he dicho, estéis preparados; 4no sea que si van conmigo algunos macedonios y os hallan desprevenidos, nos avergoncemos nosotros, por no decir vosotros, de esta nuestra confianza".
Pablo les dijo que se sentiría muy avergonzado si llegase allí, habiéndose enorgullecido de ellos ante otras personas, y descubriese que no hubieran contribuido a ese proyecto de recaudación de fondos. Una forma generosa de dar es una prueba del amor al Señor y de la dedicación, no solo de un cristiano, sino también de una iglesia. Es como un termómetro que registra la temperatura espiritual.
Recapitulando la situación, diremos que los creyentes de Corinto habían hecho una promesa de que contribuirían en alguna medida al alivio de la situación de precariedad que sufrían los creyentes de Jerusalén. En este sentido, toda promesa que se haga, tanto de hacer como de dar algo, debe considerarse como hecha entre esa persona y el Señor. Se cuenta de cierto hombre, hace muchos años, que era muy rico. Alguien le preguntó: "¿Cómo es que usted se ha hecho tan rico, cuando da usted tan generosamente para la obra del Señor?" "Bueno", él dijo: "cuando el Señor echa una palada hacia adentro, yo echo otra hacia afuera; y Dios tiene la pala más grande".

Leamos ahora en el versículo 5, de este capítulo 9, de la Segunda epístola a los Corintios. Dijo el apóstol Pablo:
"Por tanto, consideré necesario exhortar a los hermanos que fueran primero a vosotros y prepararan de antemano vuestra generosa ofrenda antes prometida, para que la misma esté lista como muestra de generosidad y no como de exigencia nuestra".
O sea que, Pablo estaba seguro que la ofrenda de esta iglesia, iba a ser una contribución generosa, la cual era una evidencia de la gracia de Dios actuando en los corazones de los creyentes. Y ésa es la forma en que Dios quiere que nosotros demos en el día de hoy.
Queremos finalizar hoy leyendo las siguientes palabras del pasaje de Segunda de Corintios 8:9, que leímos al principio de nuestra sesión y que ahora repetimos, leyéndolo de una versión diferente: "Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos". Pocas declaraciones Bíblicas superan a este versículo como un resumen conciso y expresivo del evangelio. Del esplendor del cielo, Cristo vino a una tierra contaminada por las peores consecuencias del pecado y la maldad humanas. La encarnación del Hijo de Dios constituyó una renuncia incomprensible a la gloria. Aquel que lo tenía todo, se hizo pobre, asumiendo ante Dios la deuda del pecado y pagándola con Su vida. Los Corintios se beneficiaron directamente de Su generosidad. Al venir a este mundo, Dios se convirtió en lo que ellos eran, para que ellos pudieran llegar a ser lo que Él era y es, como resucitado de los muertos y ocupando Su lugar en el cielo. Y no sólo los Corintios, sino todo aquel que en Él crea y le acepte como su Salvador, puede recibir, por la gracia de Dios, la vida eterna y las riquezas espirituales aquí en la tierra, y las riquezas eternas después de la muerte. Esa es, estimado oyente, la invitación del mensaje del Evangelio. Es un mensaje de buenas noticias, es una buena noticia para usted. ¿Qué hará con ella?

Recapitulando la situación, diremos que los creyentes de Corinto habían hecho una promesa de que contribuirían en alguna medida al alivio de la situación de precariedad que sufrían los creyentes de Jerusalén. En este sentido, toda promesa que se haga, tanto de hacer como de dar algo, debe considerarse como hecha entre esa persona y el Señor.
En el versículo 5, el apóstol Pablo les dijo a los Corintios, que le había parecido necesario enviar a ciertos hermanos que se adelantaran y les ayudaran a completar la colecta que habían prometido. De esa manera la colecta estaría dispuesta como una muestra de generosidad y no como una muestra de tacañería. O sea que, Pablo estaba seguro que la ofrenda de esta iglesia, iba a ser una contribución generosa, la cual era una evidencia de la gracia de Dios actuando en los corazones de los creyentes. Y ésa es la forma en que Dios quiere que nosotros demos en el día de hoy.
Vamos pues a comenzar con nuestro estudio de hoy con el versículo 6 de este capítulo 9 de Segunda de Corintios, que inicia el párrafo titulado
El estímulo para el dar cristiano
"Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará".
Cuando Pablo había estado hablando con los ancianos de Éfeso les recordó este mismo principio. En el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 20, versículo 35, dijo: "En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir". Aparentemente, la frase "Más bienaventurado es dar que recibir" fue una expresión que el Señor Jesús usó constantemente. Y aunque ésta se ha convertido en una frase que se cita con frecuencia, la verdad es que se practica muy poco.
"Bienaventurado" realmente significa feliz. Y es que le hará usted más feliz el dar, que el recibir. ¿Cómo le afecta a usted el dar?
Aquí tenemos una prueba decisiva para usted y para mí. ¿Sembramos escasamente? ¿Contribuimos de esa forma? Supongamos que un agricultor sembrara una cantidad de grano en una parcela de tierra y recogiera una cosecha abundante. Supongamos que al año siguiente dijera: "Bueno, este año, no servirá para nada desperdiciar tanta semilla en esta parcela. Me ahorraré semilla sembrando sólo la mitad". Cualquier agricultor sabe que recogerá entonces una cosecha muy pequeña. El principio es que el que siembre poco, poco cosechará y el que siembre mucho, cosechará abundantemente.
Y pensamos que una de las razones por la cual muchos de nosotros carecemos de muchas cosas en el día de hoy, es porque somos muy mezquinos cuando estamos tratando con el Señor. Pablo continuó diciendo en el versículo 7, de este capítulo 9, de la Segunda epístola a los Corintios:
"Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre".
Lo que usted sienta en lo profundo de su corazón que debe dar, eso es precisamente lo que debería dar. No de mala gana. Dios no quiere que nadie dé algo con tristeza o resignación. Dios no desea recibir nada que usted preferiría guardar para sí mismo.
En otras palabras, si usted dice, "Bueno, yo tengo un cargo oficial en la iglesia y tengo la responsabilidad de dar", o "me siento responsable de dar por ser miembro de esta iglesia". Es cierto que la iglesia quizás le diga que, como miembro de la misma, usted tiene que colaborar en los gastos. Pero Dios no dice eso, sino que si usted va a contribuir con esa actitud de resignación, Él no solo no desea recibir esa ofrenda, sino que creemos que tampoco la va a utilizar.
Y no solo no desea Dios que usted dé con tristeza. Tampoco quiere que usted se sienta obligado a hacerlo. Él prefiere que usted no contribuya en absoluto, a no ser que lo haga gustosa y alegremente.
Algunos dicen: "Bueno, será mejor que entregue mi ofrenda porque todos los demás lo están haciendo, y quedará mal que yo no lo haga". Esto es también dar por obligación. Y Dios no desea que alguien dé con esa motivación.
Dice aquí que "Dios ama al dador alegre". Usted se puede dar cuenta de que la parte más feliz de una reunión es ésa. En muchas iglesias cuando se ha terminado de reunir la ofrenda todos se levantan y cantan un himno de alabanza. Y si usted no es un dador alegre, estimado oyente, Dios dice que mejor es que no dé. Ahora, en el versículo 8, de este capítulo 9, de la Segunda epístola a los Corintios, el apóstol dijo:
"Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra;"
No conocemos a nadie que se haya arruinado por haber dado demasiado a la obra del Señor. Quizá haya personas así, pero no hemos conocido a ninguna, en realidad. Por el contrario, Dios lo va a bendecir. Y no creemos que todas las bendiciones de Dios sean siempre materiales. Pensamos que muchas personas opinan de esa manera y quieren que Dios lo haga así. Pero no creemos que deba ser así necesariamente. Él ha prometido bendecirnos con toda bendición espiritual. Dicen los versículos 9 y 10:
"como está escrito: Repartió, dio a los pobres, su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia"
Ésta es una cita del Salmo 112, en el cual se considera feliz al que teme al Señor y ayuda generosamente a los pobres. En otras palabras, Dios es quien quiere que hagamos eso porque Él es un Dios justo. Creemos que esta porción de las Escrituras es una gran sección que nos debería enseñar a nosotros en la iglesia, que debemos tener cuidado de aquellos necesitados que se encuentran a nuestro alrededor. Debemos compartir con aquellos que no tienen tanto como nosotros. Y creemos que hay muchos creyentes que tienen un don especial, el de la hospitalidad. Podemos decir de paso que ése es un buen don. Conocemos a varias personas que tienen una cierta manera de abrir sus hogares, de hacer que la gente que les visita se sienta realmente cómoda y bienvenida. Es una forma maravillosa de dar testimonio de la fe en Cristo. Pero también es una manera de estar cerca de las personas que se sienten solitarias y que ansían disfrutar de un compañerismo auténtico. Qué oportunidad incomparable para poder ayudar así a los que tienen grandes necesidades físicas, afectivas y espirituales.
Por tales motivos Pablo nos presentó la ilustración del agricultor a quien no le importa esparcir una cantidad de semilla, porque cree que recogerá una cosecha abundante. Es Dios quien multiplica la semilla del sembrador. Y es Dios, estimado oyente, quien multiplicará todo lo que usted haga para Él. Así que téngalo en cuenta cuando contribuya para la obra del Señor.
Luego dijo Pablo en los versículos 11 y 12, de este capítulo 9:
"para que seáis ricos en todo para toda generosidad, la cual produce, por medio de nosotros, acción de gracias a Dios, porque la entrega de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios".
Podemos apreciar aquí que esta forma de dar hará que mucha gente le dé gracias a Dios por usted y Dios recibirá entonces la alabanza, la honra y la gloria. Ahora, el versículo 13, dice:
"Ellos, por la experiencia de este servicio glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la generosidad de vuestra contribución para ellos y para todos".
Ellos le agradecen, le dan gracias a Dios por usted. ¿Cuántos misioneros en la obra del Señor le están dando gracias a Dios por usted, estimado oyente? Pablo estaba aludiendo a ese sentimiento de gratitud de quienes habían recibido una ayuda generosa. Ahora, el versículo 14, de este capítulo 9 de la Segunda epístola a los Corintios, dice:
"De igual modo, en su oración a favor de vosotros, os aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros".
El dar tiene que ser una obra de gracia. No se nos ha mandado que demos el diezmo. El dar no debe ser algo hecho bajo el peso de una ley. Dios nos pide que contribuyamos como una obra de gracia, de acuerdo con nuestras circunstancias. Algunos cristianos deberían contribuir con mucho más que el diezmo. Otros cristianos no pueden contribuir en absoluto. Debemos dar conforme a nuestras posibilidades. Después, el apóstol Pablo culminó todo el tema del dar diciendo en el versículo 15:
"¡Gracias a Dios por su don inefable!"
Indiferentemente de lo que usted esté dando, usted no podrá dar como Dios da. Porque Dios nos ha hecho un regalo tan grande que no tenemos palabras para expresarlo. Nadie puede ni siquiera aproximarse al regalo que Dios nos ha concedido al entregar a la muerte a Su propio Hijo. Pensemos en esto por un momento. Y aquí recordamos el gran pasaje de 8:9. Aunque Él era rico, dejó el cielo, abandonó la gloria, vino a esta tierra como un misionero. Y vino no sólo para vivir aquí, sino para entregar su vida, para morir por usted. Vino para morir en una cruz. Vino para ser muerto brutalmente para que usted y yo pudiéramos tener vida eterna. Él convirtió su vida en un sacrificio por el pecado, por causa suya, por causa mía.
En la carta a los Hebreos 12:2 se nos dice que Él hizo esto "por el gozo que le esperaba". Él es nuestro maravilloso y glorioso Salvador. No le rebajemos de nivel. Él es la estrella brillante de la mañana. Él es el Hijo de Dios, quien nos ha redimido y es para usted y para mí, el don inefable, que no se puede explicar con palabras. Él es la expresión más elevada y sublime del dar. Nadie puede superar esa clase de entrega 

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