La experiencia de Pablo en Antioquia y la Justificacion por FE

TEXTO ENSEÑANZA: GALATAS 2: 11 AL 19
TEXTO ÁUREO: ROMANOS 5:1

Llegamos ahora a la tercera experiencia de Pablo en esta sección que comenzó con la experiencia en Arabia con el Señor Jesucristo y continuó con su experiencia con los apóstoles en Jerusalén. Y entonces llegamos a esta tercera experiencia de Pablo en Antioquia. Lo que allí sucedió fue de gran importancia.


La iglesia en Antioquía estaba formada en su mayoría por no judíos, aunque en realidad entre sus miembros había una mezcla de judíos y no judíos. Y no vamos a poder comprender en realidad lo que ocurrió a no ser que entendamos cómo funcionaba la iglesia primitiva. Ellos tenían allí una especie de banquete o ágape en conexión con la Cena del Señor. Pablo tuvo mucho que decir sobre este tema, allí en su Primera Epístola a los Corintios. Los primeros creyentes se reunían para una gran comida, para un ágape, antes de celebrar la Cena del Señor. Cuando los no judíos se salvaban y se añadían a la iglesia, comenzó a surgir un problema. En la congregación había judíos que nunca habían comido nada que hubiera sido sacrificado a los ídolos. Ahora los no judíos, habían sido idólatras y ellos estaban acostumbrados a comer la carne que había sido ofrecida primero a los ídolos. También comían carne de cerdo y otros animales designados como impuros por la ley de Moisés. Para ellos, estas diferencias no existían porque habían sido criados de esta manera.

¿Qué se podía hacer entonces para evitar que los cristianos judíos se ofendieran? Pues bien, en Antioquía se prepararon dos mesas; en una de ellas se colocaban los alimentos preparados según el ritual judío; en la otra, estaba la comida para los no judíos. Y Pablo se sentaba a comer en la mesa de los no judíos. Aunque él era judío, comía en la mesa con los que no eran judíos, porque él enseñaba que si uno comía carne o deja de comerla no había ninguna diferencia, porque la carne no le colocaba a uno en una posición favorable ante Dios.

Así estaban las cosas cuando llegó Simón Pedro a visitar a Pablo en Antioquía. Para Pedro ésta era una nueva experiencia porque, aunque se había convertido a Cristo, nunca había comido nada impuro. Recordemos lo que el apóstol Pedro le dijo al Señor cuando se encontraba en una azotea en Jope, antes de ir a la casa de Cornelio. En esa ocasión tuvo una visión en la que vio el cielo abierto y en un lienzo que descendía se encontraban diferentes clases de animales impuros. En el relato de los Hechos de los Apóstoles 10:13-15 leemos: "Levántate, Pedro, mata y come. 14Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o impura he comido jamás. 15Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común".

Así que tenemos que recordar que Pedro había sido un creyente por algún tiempo cuando vino a visitar a Pablo en Antioquía, pero aún continuaba siguiendo la dieta de los judíos. Ahora, cuando él llegó a la iglesia de Antioquía se encontró con estas dos mesas, una preparada para los no judíos y otra con los alimentos preparados según el ritual judío. Aquí tenemos entonces a Pedro de visita, y escuchemos cómo describió el apóstol Pablo la reacción del apóstol Pedro, en los versículos 11 y 12, de este capítulo 2 de su epístola a los Gálatas:

"Pero cuando Pedro vino a Antioquía, lo reprendí cara a cara, porque era de condenar, pues antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, comía con los no judíos; pero después que llegaron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los judíos".

Ahora, esto fue lo que probablemente sucedió. Cuando llegó la hora de comer, Simón Pedro se fue a la mesa donde la comida estaba preparada de acuerdo con el ritual de los judíos mientras que Pablo se dirigió a la mesa de los no judíos. Pedro observó que había carne de cerdo en la mesa de los no judíos. Después de la cena, Pedro fue a hablar con Pablo y fueron a caminar un rato. Y Pedro le dijo: "Pablo, vi que tú comiste en la mesa con los no judíos". Y Pablo le respondió: "Sí", Y Pedro continuó: "y observé que esta noche comiste carne de cerdo, ¿estaba buena?" "Si, respondió Pablo estaba deliciosa". Entonces Pedro le preguntó: "¿Crees que estaría bien que yo comiera allí?" Y Pablo respondió: "Pues bien, creo que vamos a comer unas chuletas de cerdo por la mañana para el desayuno. ¿Por qué no vienes a probarlas?". Así que a la mañana siguiente, en el momento de desayunar Pedro se fue a la mesa donde estaban los no judíos, se sentó cautelosamente, y casi de mala gana se sirvió una chuleta de cerdo. Al probarla le dijo a Pablo: "está muy buena, ¿no es cierto? Y Pablo le contestó: "Sí. Después de todo, bajo la gracia tú puedes comerla o no comerla, no hay ninguna diferencia. El comer carne o no te va a favorecer delante de Dios". Y Simón Pedro le dijo: "Pues bien, regresaré esta noche, porque creo que para la cena tendrán jamón y quiero probar eso también". Y así fue que esa noche él entró con la intención de sentarse a la mesa de los no judíos; pero al entrar en el lugar de la cena y mirar hacia un lado descubrió que algunos ancianos de la iglesia en Jerusalén habían llegado de visita y entonces, Pedro se sorprendió mucho y dio una vuelta alrededor de la mesa de los no judíos y se fue a sentar entonces a la mesa de los judíos, quizás un poco cohibido y nervioso. Y Pablo observó ese detalle. ¿Y qué ocurrió entonces? Pues aquí tenemos lo que sucedió en los versículos 13 y 14:

"Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los no judíos, y no como judío, ¿por qué obligas a los no judíos a judaizar?"

Era correcto para Pedro ir a comer a cualquiera de las mesas, ya fuera la mesa de los alimentos tradicionales de los judíos o la de los que no eran judíos. Pero habiendo estado comiendo en la mesa de los no judíos, al regresar a la mesa de los judíos por temor a estos otros hermanos de Jerusalén, estaba demostrando con su actitud que en la mesa de los no judíos había algo que estaba mal y que la mesa de los judíos estaba bien. Ahora bien, estos hermanos de Jerusalén eran legalistas severos. Y bajo el régimen de la gracia, estaban en su derecho. No tenemos ninguna objeción a que algunas personas hoy crean que no deben comer ciertos alimentos. Pero tales personas también darnos a nosotros la libertad de comer lo que prefiramos comer. En este caso, Simón Pedro se apartó de la libertad que tenía en Cristo para retroceder nuevamente al judaísmo.

La naturaleza de la reprensión de Pablo nos muestra, en primer lugar, la inconsistencia del guardar la ley. Si era correcto para Simón Pedro vivir como los creyentes no judíos, ¿por qué desearía él que los no judíos vivieran como judíos? Eso es lo que él estaba expresando con su conducta, cuando dejó la mesa de los no judíos para ir a la de los judíos. Si la vida de los no judíos viviendo bajo la gracia y aparte de la ley estaba bien para Pedro, ¿entonces estaba mal esta vida para los mismos no judíos? Si Simón Pedro era libre para vivir sin estar sujeto a la ley, ¿no era legítimo que los no judíos hicieran lo mismo?

Estimado oyente, en su encuentro con Cristo en el camino hacia Damasco, el apóstol Pablo había roto con su pasado de esclavitud, esa esclavitud de estar luchando continua e inútilmente con los preceptos humanos de su religión judía, y había encontrado la verdadera libertad, que consistía en mirar desde la perspectiva de Cristo la vida y la conducta cristiana. En la sujeción a los seres humanos y a sus reglas de conducta, había elementos de esclavitud. En cambio el apóstol, en su sujeción al Señor, disfrutaba de esa libertad que solo otorga el control del Espíritu Santo sobre la vida y proceder de los cristianos, dándoles fuerza y poder para vivir conforme al plan de vida que Dios ha establecido, para que en las luchas y conflictos, ellos puedan compartir la victoria que el conquistó con su muerte y resurrección. 

Para entrar en esa vida, que es el preludio de la vida eterna, solo tiene usted que ser consciente de su gran necesidad de tener esa relación con Dios, confiando en la eficacia del sacrificio de Cristo en la cruz a favor suyo.

Justificación por la fe

"Nosotros, judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles"

Ahora, el judío de esa época consideraba pecadores a los no judíos. En realidad las palabras no judíos y pecadores eran sinónimos en esa época. Por tanto, el reproche de Pablo puso de manifiesto la insensatez de intentar guardar la ley, y lo inútil que podía llegar a ser. Escuchemos lo que él dijo cuando continuó hablando en esta sección, en el versículo 16:

"Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado".

Ésta fue una declaración clara y sencilla de la justificación por la fe. Un legalista se vería ante problemas al enfrentarse con este versículo. Esta declaración desbarata a cualquier sistema legalista que exista en la actualidad. Porque el decir que uno tiene que añadir algo a la fe en Cristo mutila totalmente al evangelio.

Notemos lo que él estaba diciendo aquí. Si un judío había tenido que dejar la ley atrás, olvidándose de ella, abandonándola para poder ser justificado por la fe y no por las obras de la ley, entonces la pregunta que Pablo presentaba aquí era: ¿por qué los no judíos debían ser puestos bajo la ley? Ése fue el gran argumento que tuvo que debatir el Concilio de Jerusalén que se menciona en el capítulo 15 de los Hechos de los apóstoles. ¿Debían los no judíos ser colocados bajo la ley? Gracias a Dios, la respuesta guiada por el Espíritu de Dios fue que los no judíos no debían estar bajo la ley para lograr la salvación, ni para su vida diaria, ya que ellos estaban llamados a vivir en un nivel superior.

Pero hay otra consideración más. ¿Podían los no judíos encontrar justificación bajo la ley cuando el judío había probado ya que esto era imposible? El judío había tenido la ley por casi 1.500 años y no había podido cumplir la ley en absoluto. La pregunta era entonces: ¿por qué obligar al no judío a que viviera bajo aquello que no había salvado ni siquiera a un israelita? Lo que Pablo estaba diciendo aquí es que los no judíos creyentes ya habían sido justificados por la gracia, Por lo tanto, sería insensato para ellos apartarse del principio de la gracia para vincularse al de la ley, que no había sido capaz de justificar a los judíos.

Esperamos que usted lo esté leyendo con nosotros, estimado oyente, que tenga su Biblia abierta y que siga paso a paso lo que estamos diciendo. Escuche lo que leemos aquí: "Sabiendo que el hombre". Ahora, esto es algo que usted puede saber. Usted puede saber si es salvo o si no lo es, Ahora, ¿de qué clase de hombre está hablando este versículo? "Anthropos", la palabra griega que se utiliza aquí, es un término genérico que se refiere a la "humanidad". Habla de la solidaridad de la raza, de la humanidad común que todos nosotros tenemos. Esto rompe cualquier barrera de color de la piel. También rompe cualquier otra barrera de carácter racial, así como las barreras sociales. Ante la cruz, todos los seres humanos se encuentran en el mismo nivel, y ese nivel les identifica como pecadores. Usted y yo somos pecadores. Indiferentemente de quién sea usted, es un pecador delante de Dios.

La frase completa era entonces la siguiente: "Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley". El artículo "la" no se encuentra en el idioma original. Así que la frase concluiría diciendo: no es justificado por obras de ley. Esto incluye el sistema de la ley mosaica, y también incluye cualquier otro sistema legal. Lo que queremos decir es lo siguiente: Si usted dice en el día de hoy que debe unirse a cierta iglesia, o que usted tiene que tener cierta clase de experiencia, o que usted tiene que ser bautizado para ser salvo, entonces debemos decir que usted está contradiciendo este versículo que tenemos ante nosotros. Aquí dice que el hombre no es justificado por ninguna ley. Y aquí Pablo incluyó a cualquier sistema legal de cualquier religión. En realidad esto es lo que hace que la religión cristiana sea diferente de cualquier otra religión que existe en la faz de la tierra. Hemos examinado muchos de los cultos y religiones de este mundo y cada una de ellas nos dice que debemos hacer algo. Pero el cristianismo es diferente. Nos dice que somos justificados por la fe; es decir, que la fe es un hecho consumado para usted. Cada una de las otras religiones le dice a usted "haz esto o lo otro". Pero el cristianismo dice: "todo está ya hecho". Finalizado. Todo ha sido completado y lo único que tiene que hacer es creerlo.

Permítanos llamar su atención hacia un versículo importante. Se trata de 1 Corintios 12:3, "Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios dice de Jesús: ¡Sea anatema!, o sea maldito, como tampoco nadie puede exclamar: ¡Jesús es el Señor!, sino por el Espíritu Santo". Ahora, la pregunta para usted o para mí es: ¿cómo podemos maldecir a Jesús? Cuando usted dice que al acercarse a Cristo y aceptarle como su Salvador, no recibe todo lo que tenía que recibir y que entonces tiene que seguir buscándolo, estimado oyente, en ese caso, usted comienza a despreciar la obra del Señor Jesucristo en la cruz, cuando Él vino a este mundo a morir por usted y realizó una salvación tan completa, tan perfecta que cuando Él regresó al cielo se sentó a la derecha de Dios, según Hebreos 1:3. ¿Sabe usted por qué se sentó? ¡Porque ya no había nada más que hacer! Si hubiera quedado algo que hacer, entonces Él lo habría hecho antes de sentarse. Cuando usted está diciendo que Él no lo hizo todo por usted, es como si usted estuviera despreciando y maldiciendo a Jesús. Y usted no puede decir eso por el Espíritu Santo de Dios. Es decir que usted no está pronunciando la palabra del Espíritu Santo. El evangelista Juan dijo en su capítulo 16:13 y 14, "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber". Estimado oyente, cuando usted vino a Cristo, Él le dio todo lo que usted necesita en esta vida. Cristo es el que administra todos los dones. Y el Espíritu Santo es el que los da, pero Él está trabajando aquí en la tierra bajo la supervisión de la segunda Persona de la Trinidad, el Señor Jesucristo que es la Cabeza de la Iglesia. Y en Él tenemos todas las cosas. Él es el Alfa y la Omega. Él es el Amén. Y cuando usted dice Amén, quiere decir que todo ha quedado terminado, porque Él ya lo hizo todo.

Este versículo es tan claro que es imposible entenderlo mal: "Sabiendo que el hombre", cualquier ser humano, hombre o mujer, blanco o negro, rico o pobre, esclavo o libre, y de cualquier raza o nacionalidad, "no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo" No dice aquí "la fe, y algo más", es la fe y nada más.

Y el versículo continúa diciendo: "Nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo". Notemos lo que él dijo aquí: "Nosotros", ¿y quiénes son esos "nosotros"? El apóstol Pablo se incluyó a sí mismo, queriendo decir, nosotros los israelitas. Pablo estaba diciendo que él y sus hermanos de raza habían tenido que dejar la ley, venir a Cristo y confiar en Él para ser justificados por la fe de Cristo antes que por las obras de la ley.

Escuchemos la conclusión de este versículo porque es tan clara que cualquiera puede entenderla. "Por cuanto por las obras de la ley nadie ? escuche bien ? nadie será justificado". No despreciemos la obra del Señor Jesucristo diciendo que no hemos recibido todo de Su parte. Yo era un pecador en camino al infierno, me acerqué a Él, confié en Él y Él es quien me ha salvado. He recibido una salvación perfecta de Él.

Veamos ahora lo que dijo el apóstol Pablo, aquí en el versículo 17, de este capítulo 2 de su epístola a los Gálatas:

"Ahora bien, si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros resultamos ser pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? ¡De ninguna manera!"

Creemos que debemos elaborar un poco más esto que decimos de ser "justificados por la fe". "Justificado" es la palabra griega "dikaioo" que quiere decir "declarar a una persona justa". Es decir, hacer justa a esa persona. Nosotros hemos sido declarados justos por nuestra fe en Jesucristo. Quiere decir, que un pecador que es culpable ante Dios, que está bajo condenación y juicio, es declarado justo ante Dios, en base a su fe en la redención que tenemos en Cristo. No es simplemente el perdón de los pecados, que consideramos una sustracción, una resta, sino que es también una adición, una suma de la justicia de Cristo, el pecador ha sido declarado justo. Y la justicia que tengo yo no es mi propia justicia, porque mi justicia no es aceptable, pero yo tengo una justicia perfecta, que es la de Cristo Jesús.

El sentido de este versículo parece ser éste. Ya que el judío había tenido que abandonar la ley para poder ser justificado por Cristo y así ocupar su lugar como un pecador, ¿es Cristo el que le hace pecador? La respuesta de Pablo fue "por supuesto que no". El judío, como el no judío, son pecadores por naturaleza y como él mismo demostró, no podía ser justificado por la ley. Ésta misma idea fue expresada por Pedro en su discurso ante el gran concilio de Jerusalén, como leemos en los Hechos 15:10-11: "10Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos". Aquí podemos ver, una vez más, que Pedro y Pablo estaban de acuerdo en la doctrina de la justificación por la fe. Sigamos ahora avanzando en nuestra sección de Gálatas. Leamos el versículo 18, de este capítulo 2:

"Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago".

En otras palabras, lo que Pablo estaba diciendo era: "si vuelvo a colocarme bajo la ley, me convierto en un transgresor".

Sin embargo, él era libre de la Ley. ¿Y cómo llegó a ser libre de la ley? Entonces dijo aquí en el versículo 19, de este capítulo 2 de Gálatas:

"Yo por la Ley morí para la Ley, a fin de vivir para Dios".

En este versículo Pablo estaba diciendo lo siguiente: "Cuando Cristo murió por mi, murió en mi lugar, porque la Ley me condenaba". Es que la ley fue un ministerio que causaba condenación, un ministerio que causaba muerte, como lo llamó el mismo Pablo en Segunda de Corintios 3:7. Porque la ley me condena. Incluso bajo el sistema legal Dios habría tenido que destruir a la nación de Israel. Pero Dios proveyó un sistema de sacrificios, que constaba de cinco sacrificios, y todos ellos señalaban a Cristo. Y Dios, por su maravillosa gracia, podía salvar. En consecuencia, el propiciatorio o tapa del arca de la alianza era como un trono de gracia donde la nación podía obtener el perdón de pecados. Por lo tanta la ley condenaba, la ley ha acusado a los seres humanos. Ante la ley, somos todos culpables. Así que la ley realmente fue responsable de que Jesús muriera por nosotros. Y la ley nos condenaba, estableciendo que teníamos que morir. Pero ahora, si estoy muerto para la ley, entonces ya no soy más responsable ante la Ley. Fue como si la ley ya me hubiera matado. Me ha ejecutado y estoy muerto, muerto por la Ley. En consecuencia, la ley no podía hacer para mí lo que Cristo ha hecho por mí. Él no sólo ocupó mi lugar y murió por mí, pero también hizo algo más. Pudo darme vida. Él resucitó de los muertos. Así que, la ley me arrestó, me condenó, me sentenció y me mató: eso es todo lo que la ley pudo hacer por nosotros. Si usted quiere seguir por la ruta de la Ley, usted llegará a la muerte. Sólo Cristo puede darle vida. Y, después de todo, vida es lo que necesitamos hoy.

 

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