TEXTO ENSEÑANZA :Gálatas 2:1-14
TEXTO DE MEMORIA:Hechos 15:2
En nuestro estudio anterior la experiencia que Pablo tuvo en Arabia; vimos allí el origen del evangelio.
El Señor Jesucristo le había comunicado el evangelio directamente a él. Y surgió una pregunta: Este evangelio que Pablo predicaba, ¿era el mismo que estaban predicando los otros apóstoles y que también habían recibido de los labios del Señor Jesucristo?
Allí vimos la unidad del evangelio y la experiencia de Pablo con los apóstoles en Jerusalén. Veremos la comunicación del evangelio, y que la iglesia de Jerusalén aprobó el evangelio de Pablo.
"Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito".
Pensamos que fue un golpe magistral por parte del apóstol Pablo, el de llevar con él a Tito, que era un joven predicador, y no era judío. Creemos que aquí el relato se refiere al primer gran concilio de Jerusalén, registrado en los Hechos 15. La cuestión que se iba a resolver en ese encuentro era si las personas se salvaban por la gracia de Dios, o si tendrían que colocarse bajo la ley de Moisés. Pablo tenía a Tito como una primera evidencia; él no había sido circuncidado. ¿Sería obligado a circuncidarse? Éste llegaría a ser, por cierto, un asunto muy importante.
Usted puede apreciar que los judaizantes estaban activos, y ellos estaban diciendo que la iglesia en Jerusalén creía que todos los creyentes en Cristo tendrían que estar bajo la autoridad de la ley de Moisés. Pues bien, todos aquellos hombres que formaban parte ahora de la iglesia en Jerusalén, que era una iglesia formada en su totalidad por judíos, ciertamente había estado bajo la ley. Muchos de ellos todavía iban al templo a adorar. En realidad, el templo tiene que haber sido el lugar de reuniones para los cristianos. Así que Pablo y Bernabé fueron allí para conocer la posición oficial que la iglesia tenía con respecto a la ley y a la gracia. Y continuó diciendo en el versículo 2, de este capítulo 2 de Gálatas:
"Subí debido a una revelación y, para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación, el evangelio que predico entre los no judíos".
Pablo reconocía que si él estaba predicando un evangelio diferente a lo que los otros apóstoles estaban predicando, entonces había algo que estaba radicalmente mal y equivocado. Pablo estaba bien dispuesto a admitir su error, y decía: "Si yo estuviera predicando un evangelio diferente, entonces sería yo el que está equivocado. He trabajado en vano, ciertamente me sentiría desilusionado por haber estado mal informado". Así que fue a comunicar ese evangelio a los apóstoles que allí se encontraban. Y de esa visita a Jerusalén dijo en los versículos 3 y 4:
"Pero ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse, a pesar de los falsos hermanos que se habían introducido entre nosotros a escondidas, para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud".
Había algunos que habían entrado a la iglesia donde Pablo estaba predicando y que se habían presentado en ese lugar bajo falsas apariencias. Aparentemente no eran creyentes. Habían venido a ese lugar para espiar la libertad que estos creyentes tenían en Cristo. Y encontraron que ese joven predicador, Tito, era griego y Pablo no lo había obligado a que se circuncidara. Así que ¿qué decidiría la iglesia en Jerusalén acerca de él? Pablo dijo: "Bueno, ellos no lo obligaron a circuncidarse. No escucharon a los falsos hermanos. Si lo hubieran hecho, nos hubiéramos colocado nuevamente bajo la esclavitud de la ley de Moisés, en vez de disfrutar de la libertad por el Espíritu de Dios, y la libertad en Cristo". Y ahora Pablo continuó diciendo en el versículo 5:
"A los tales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciera con vosotros".
Pablo se mantuvo firme. Estos falsos hermanos dijeron: "Este hombre Tito, que está aquí reunido con la iglesia" que en ese entonces era prácticamente judía, "ni siquiera ha sido circuncidado". Y Pablo les respondió: "Y él no va a ser circuncidado. Él es tan creyente como lo es cualquiera de ustedes". Él ha sido salvado por la fe, aparte de la ley. No va a seguir ninguna parte de la ley para lograr la salvación". Aquella si que fue una actitud enérgica por parte del apóstol Pablo. Veamos ahora lo que dijo en el versículo 6:
"Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron".
Pablo dijo: "Nos sentamos juntos con los apóstoles". Por lo menos él lo hizo, y supongo que también lo hicieron Bernabé y Tito, "y comunicamos el evangelio". Ellos le dijeron: "Hermano Pablo, hemos estado escuchando estos informes que han llegado, díganos usted lo que predica". Y Pablo así lo hizo, y pudo comprobar que estos apóstoles no tenían nada que añadir a lo que él estaba predicando. Él estaba predicando la gracia de Dios; y ellos también estaban predicando la gracia de Dios. Se dieron cuenta de que estaban todos completamente de acuerdo. Todos estaban predicando el mismo evangelio. Sigamos leyendo ahora el versículo 7, de este capítulo 2 de Gálatas:
"Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de los no judíos, como a Pedro el de los judíos".
Ahora, no se trataba en realidad dos evangelios, en el sentido de que se predicaba un evangelio de Pedro y un evangelio de Pablo. Estos hombres estaban totalmente de acuerdo. No había ningún desacuerdo entre ellos. Era el mismo evangelio predicado a dos grupos de personas. Pablo había sido llamado para predicar a los que no eran judíos y Pedro había sido llamado para predicar a sus propios hermanos judíos, que eran los que se habían circuncidado. Ahora en el versículo 8, leemos:
"(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de los judíos actuó también en mí para con los no judíos)"
La prueba decisiva de la veracidad y eficacia del evangelio eran los resultados que ellos estaban obteniendo. Pues bien, cuando Pedro predicaba había muchas personas que se salvaban. Cuando Pablo predicaba el evangelio también había muchas personas que eran salvas. Y ambos estaban predicando el mismo evangelio.
Ahora, aplicando este principio a nuestro tiempo y lugar, creemos que la prueba real de la eficacia de cualquier obra cristiana, no es la promoción previa a su realización, sino el resultado que se obtiene. Pensamos que los creyentes deberían apoyar plenamente un servicio o ministerio cristiano que produce resultados. Porque dichos resultados son una muestra de la aprobación de Dios y de Su bendición sobre quienes, de acuerdo con Su voluntad, llevan a cabo una labor.
En cuanto a nosotros, damos gracias a Dios que nuestro departamento de correspondencia recibe cientos de cartas durante el año. Las leemos por supuesto, y las respondemos, así como todas las cartas, correos electrónicos y llamadas telefónicas que recibimos cada día. El único propósito que tenemos es el de presentar la Palabra de Dios, estimado oyente. Y cuando la Palabra de Dios es predicada, produce resultados en las vidas de las personas.
Luego continuó diciendo el apóstol en el versículo 9, de este capítulo 2:
"y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la mano derecha en señal de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los no judíos y ellos a los judíos".
O sea que los apóstoles aceptaron el apostolado de Pablo. Aquí "la mano derecha de compañerismo" proviene de la palabra griega koinonia, que es una de las grandes palabras del evangelio y la más elevada expresión de una relación personal. Significa, compartir las cosas de Cristo. Ahora, ellos iban a dirigirse a diferentes grupos. Y Pablo y Bernabé se dirigirían a presentar el evangelio a los no judíos. Y leemos en el versículo 10:
"Solamente nos pidieron que nos acordáramos de los pobres; lo cual también me apresuré a cumplir con diligencia".
Pablo regresó más tarde con una ofrenda para los creyentes pobres en Jerusalén, porque esa iglesia había sido perseguida y se encontraba en una triste condición. Como Pablo mismo había conducido esa persecución antes de su conversión, quiso traer los donativos para la iglesia de Jerusalén con sus propias manos.
Ahora, eso era un servicio social. Lamentablemente hay cristianos hoy que han descuidado su trabajo en esta área. El apóstol Santiago, en su carta que es muy práctica, en el 2:15-17, "15Y si un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta". Los apóstoles de la iglesia en Jerusalén le pidieron al apóstol Pablo y a Bernabé que no se olvidaran de los pobres y Pablo añadió aquí en el relato: "Lo cual también me apresuré a cumplir con diligencia".
La tercera experiencia de Pablo
En esta sección que comenzó con la experiencia en Arabia con el Señor Jesucristo y continuó con su experiencia con los apóstoles en Jerusalén. Y entonces llegamos a esta tercera experiencia de Pablo en Antioquia. Lo que allí sucedió fue de gran importancia.
La iglesia en Antioquía estaba formada en su mayoría por no judíos, aunque en realidad entre sus miembros había una mezcla de judíos y no judíos. Y no vamos a poder comprender en realidad lo que ocurrió a no ser que entendamos cómo funcionaba la iglesia primitiva. Ellos tenían allí una especie de banquete o ágape en conexión con la Cena del Señor. Pablo tuvo mucho que decir sobre este tema, allí en su Primera Epístola a los Corintios. Los primeros creyentes se reunían para una gran comida, para un ágape, antes de celebrar la Cena del Señor. Cuando los no judíos se salvaban y se añadían a la iglesia, comenzó a surgir un problema. En la congregación había judíos que nunca habían comido nada que hubiera sido sacrificado a los ídolos. Ahora los no judíos, habían sido idólatras y ellos estaban acostumbrados a comer la carne que había sido ofrecida primero a los ídolos. También comían carne de cerdo y otros animales designados como impuros por la ley de Moisés. Para ellos, estas diferencias no existían porque habían sido criados de esta manera.
¿Qué se podía hacer entonces para evitar que los cristianos judíos se ofendieran? Pues bien, en Antioquía se prepararon dos mesas; en una de ellas se colocaban los alimentos preparados según el ritual judío; en la otra, estaba la comida para los no judíos. Y Pablo se sentaba a comer en la mesa de los no judíos. Aunque él era judío, comía en la mesa con los que no eran judíos, porque él enseñaba que si uno comía carne o deja de comerla no había ninguna diferencia, porque la carne no le colocaba a uno en una posición favorable ante Dios.
Así estaban las cosas cuando llegó Simón Pedro a visitar a Pablo en Antioquía. Para Pedro ésta era una nueva experiencia porque, aunque se había convertido a Cristo, nunca había comido nada impuro. Recordemos lo que el apóstol Pedro le dijo al Señor cuando se encontraba en una azotea en Jope, antes de ir a la casa de Cornelio. En esa ocasión tuvo una visión en la que vio el cielo abierto y en un lienzo que descendía se encontraban diferentes clases de animales impuros. En el relato de los Hechos de los Apóstoles 10:13-15 leemos: "Levántate, Pedro, mata y come. 14Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o impura he comido jamás. 15Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común".
Así que tenemos que recordar que Pedro había sido un creyente por algún tiempo cuando vino a visitar a Pablo en Antioquía, pero aún continuaba siguiendo la dieta de los judíos. Ahora, cuando él llegó a la iglesia de Antioquía se encontró con estas dos mesas, una preparada para los no judíos y otra con los alimentos preparados según el ritual judío. Aquí tenemos entonces a Pedro de visita, y escuchemos cómo describió el apóstol Pablo la reacción del apóstol Pedro, en los versículos 11 y 12, de este capítulo 2 de su epístola a los Gálatas:
"Pero cuando Pedro vino a Antioquía, lo reprendí cara a cara, porque era de condenar, pues antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, comía con los no judíos; pero después que llegaron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los judíos".
Ahora, esto fue lo que probablemente sucedió. Cuando llegó la hora de comer, Simón Pedro se fue a la mesa donde la comida estaba preparada de acuerdo con el ritual de los judíos mientras que Pablo se dirigió a la mesa de los no judíos. Pedro observó que había carne de cerdo en la mesa de los no judíos. Después de la cena, Pedro fue a hablar con Pablo y fueron a caminar un rato. Y Pedro le dijo: "Pablo, vi que tú comiste en la mesa con los no judíos". Y Pablo le respondió: "Sí", Y Pedro continuó: "y observé que esta noche comiste carne de cerdo, ¿estaba buena?" "Si, respondió Pablo estaba deliciosa". Entonces Pedro le preguntó: "¿Crees que estaría bien que yo comiera allí?" Y Pablo respondió: "Pues bien, creo que vamos a comer unas chuletas de cerdo por la mañana para el desayuno. ¿Por qué no vienes a probarlas?". Así que a la mañana siguiente, en el momento de desayunar Pedro se fue a la mesa donde estaban los no judíos, se sentó cautelosamente, y casi de mala gana se sirvió una chuleta de cerdo. Al probarla le dijo a Pablo: "está muy buena, ¿no es cierto? Y Pablo le contestó: "Sí. Después de todo, bajo la gracia tú puedes comerla o no comerla, no hay ninguna diferencia. El comer carne o no te va a favorecer delante de Dios". Y Simón Pedro le dijo: "Pues bien, regresaré esta noche, porque creo que para la cena tendrán jamón y quiero probar eso también". Y así fue que esa noche él entró con la intención de sentarse a la mesa de los no judíos; pero al entrar en el lugar de la cena y mirar hacia un lado descubrió que algunos ancianos de la iglesia en Jerusalén habían llegado de visita y entonces, Pedro se sorprendió mucho y dio una vuelta alrededor de la mesa de los no judíos y se fue a sentar entonces a la mesa de los judíos, quizás un poco cohibido y nervioso. Y Pablo observó ese detalle. ¿Y qué ocurrió entonces? Pues aquí tenemos lo que sucedió en los versículos 13 y 14:
"Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los no judíos, y no como judío, ¿por qué obligas a los no judíos a judaizar?"
Era correcto para Pedro ir a comer a cualquiera de las mesas, ya fuera la mesa de los alimentos tradicionales de los judíos o la de los que no eran judíos. Pero habiendo estado comiendo en la mesa de los no judíos, al regresar a la mesa de los judíos por temor a estos otros hermanos de Jerusalén, estaba demostrando con su actitud que en la mesa de los no judíos había algo que estaba mal y que la mesa de los judíos estaba bien. Ahora bien, estos hermanos de Jerusalén eran legalistas severos. Y bajo el régimen de la gracia, estaban en su derecho. No tenemos ninguna objeción a que algunas personas hoy crean que no deben comer ciertos alimentos. Pero tales personas también darnos a nosotros la libertad de comer lo que prefiramos comer. En este caso, Simón Pedro se apartó de la libertad que tenía en Cristo para retroceder nuevamente al judaísmo.
La naturaleza de la reprensión de Pablo nos muestra, en primer lugar, la inconsistencia del guardar la ley. Si era correcto para Simón Pedro vivir como los creyentes no judíos, ¿por qué desearía él que los no judíos vivieran como judíos? Eso es lo que él estaba expresando con su conducta, cuando dejó la mesa de los no judíos para ir a la de los judíos. Si la vida de los no judíos viviendo bajo la gracia y aparte de la ley estaba bien para Pedro, ¿entonces estaba mal esta vida para los mismos no judíos? Si Simón Pedro era libre para vivir sin estar sujeto a la ley, ¿no era legítimo que los no judíos hicieran lo mismo?
Pablo en su encuentro con Cristo en el camino hacia Damasco,había roto con su pasado de esclavitud, esa esclavitud de estar luchando continua e inútilmente con los preceptos humanos de su religión judía, y había encontrado la verdadera libertad, que consistía en mirar desde la perspectiva de Cristo la vida y la conducta cristiana.
En la sujeción a los seres humanos y a sus reglas de conducta, había elementos de esclavitud. En cambio el apóstol, en su sujeción al Señor, disfrutaba de esa libertad que solo otorga el control del Espíritu Santo sobre la vida y proceder de los cristianos, dándoles fuerza y poder para vivir conforme al plan de vida que Dios ha establecido, para que en las luchas y conflictos, ellos puedan compartir la victoria que el conquistó con su muerte y resurrección.
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