ESTAR FIRMES EN LA LIBERTAD

TEXTO ENSEÑANAZA:Gálatas 5:1-4                          TEXTO MEMORIA:San Juan 8:36

Continuamos hoy nuestro recorrido de la carta del apóstol San Pablo a los Gálatas. 

 Dios quiere que nos libremos de toda sujeción espiritual al legalismo similar a aquella carga que los judaizantes querían imponer a los cristianos de la época del apóstol Pablo. Porque la vida cristiana ha de estar centrada en Jesucristo y en los recursos que Él nos ha provisto, por la obra del Espíritu Santo, para vivir la vida cristiana.


Llegamos a una sección en el libro de Gálatas, de la cual ya dijimos, que era una de las principales secciones de esta epístola de Pablo. Ya hemos tenido tres divisiones principales después de la introducción. Recorrimos la sección personal, (desde el capítulo 1:11 al 2:14) tan importante en la vida del apóstol Pablo para conocer algunos detalles de su experiencia personal, relatando algo de su pasado antes de su conversión, el momento en que Dios le llamó y sus primeros contactos con los líderes de la iglesia cristiana en Jerusalén. Luego nos presentó la sección doctrinal dedicada al tema de la justificación por fe (desde el 2:15 hasta el 4:31), que nuestra salvación debe descansar sobre la salvación de Dios y que hay un solo evangelio. Observamos allí el contraste entre la fe y las obras, y entre la libertad y la esclavitud. La exposición de ese tema tuvo una parte de exposición doctrinal, y luego el tema fue ilustrado por la experiencia de los Gálatas, en la vida de Abraham y por medio de una alegoría contenida en el relato histórico de la situación entre Agar y Sara. Él iba a dejar muy en claro en este quinto capítulo de esta carta a los Gálatas, que el evangelio sólo permite un camino: Él es el camino. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

En la semana anterior finalizamos la sección doctrinal. Hoy llegamos entonces a la sección práctica, entre el 5:1 y el 6:10. El tema central de esta sección es la Santificación por el Espíritu. La justificación es por fe, y la santificación es por el Espíritu de Dios. Las Sagradas Escrituras nos dicen, sin embargo, que Dios ha hecho que el Señor Jesucristo sea nuestra santificación; es decir, que Dios nos ve completos en Él. Indiferentemente de lo bueno que usted puede llegar a ser, usted nunca podrá alcanzar el nivel de las normas de Dios. Usted nunca podrá llegar a ser como Cristo en esta vida. Y Cristo es el único del cual Dios ha dicho: "Éste es mi Hijo amado en quien tengo complacencia". (Mateo 3.17) Francamente hablando, es evidente que Él es el único del cual Dios podía decir eso. Pero el cuerpo de los creyentes, es decir Su iglesia, ha sido unido a Cristo. Él es la cabeza del cuerpo; aquellos de nosotros que somos creyentes, somos Su cuerpo hoy en el mundo, y por cierto, deberíamos representarle.

Ahora bien, el proceso de santificación de los cristianos es mediante el Espíritu y tenemos aquí en esta sección al Espíritu contra la naturaleza humana pecaminosa. O es una vida cristiana que uno desarrolla por sí mismo, o alguien más tendrá que desarrollarla a través de usted. El método divino es desarrollarla a través de usted.

En esta sección también veremos a la libertad contra la esclavitud. Cualquier sistema legal de normas para vivir la vida cristiana le colocará a usted bajo la esclavitud y tendrá que seguir ese sistema meticulosamente. Es que la ley, desde un punto de vista, nos coloca bajo cierta forma de esclavitud. Si usted ha de conducir un coche, será mejor que se coloque bajo la ley, porque es evidente que muchos se saltan las señales de Stop y causan accidentes. Ahora, el cumplir escrupulosamente esas leyes constituye un ejemplo positivo de legalismo aplicado a la convivencia y seguridad ciudadana.

Ahora, llegamos a la primera subdivisión de esta tercera sección, la sección práctica de Gálatas, que se extiende desde el los versículos 1 al 15 de este capítulo 5 y en la que se afirma que

Siendo salvos por la fe, el vivir bajo la ley consuma el apartarse del principio de la gracia

Ahora, Pablo comenzó esta parte destacando la libertad que nosotros tenemos en Cristo. Eso es lo que quiere decir el "caer de la gracia"; es haber sido salvo por fe y luego descender al nivel de la ley para vivir la vida cristiana. Vamos a ver esta actitud ilustrada al estudiar esta sección. Leamos pues, el primer versículo, de este capítulo 5, de la epístola a los Gálatas:

"Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud".

Ahora, lo que él estaba diciendo aquí era que nosotros sólo somos salvos por fe y no por los preceptos de la ley, y la ley no tiene que ser la regla de vida para el desarrollo espiritual o el crecimiento del creyente. El cristiano no debe vivir bajo esos preceptos. Por más que el nivel espiritual que ellos representan sea equivalente a la santidad, ese principio de la ley no debe constituir la regla que nos obligue a esforzarnos por vivir la vida cristiana. Lo que Pablo estaba diciendo era que considerando que los Gálatas habían sido salvados por la fe, debían continuar con esa forma de vida. Por supuesto, se refería a ellos y a todas las generaciones de cristianos, incluyéndonos a nosotros. La gracia de Dios nos proporciona la morada y la plenitud del Espíritu Santo, y nos capacita para vivir en ese nivel más elevado que la Ley que Dios requiere. Toda esa provisión es nuestra al confiar en el Señor Jesucristo como Salvador. Al estar unidos a Cristo recibimos todo lo que necesitamos, es decir, la salvación y la santificación. Cuando vine a Cristo, tuve a mi disposición todo lo que necesitaba. El apóstol Pablo dijo en una ocasión que los creyentes, al estar unidos a Cristo, han sido bendecidos con todas las bendiciones espirituales. Será mejor que creamos esta realidad expresada en las Sagradas Escrituras, que confiemos de verdad en esa provisión de la gracia de Dios y nos apartemos de todo sistema legalista que nos obligue a esforzarnos en el cumplimiento de ciertas reglas.

En Cristo tenemos libertad. Él no nos ha colocado bajo un pequeño sistema legal de reglas de obligado cumplimiento. No utilizamos los Diez Mandamientos como leyes para la vida cristiana. De ninguna manera quiero decir que hemos de quebrantar los Diez Mandamientos. Y por supuesto todos sabemos que el quebrantar algunos de ellos como por ejemplo, no matarás, no robarás, etc., seríamos detenidos por las autoridades. Los creyentes sabemos que no debemos quebrantar los Mandamientos, pero hemos sido llamados a vivir en un nivel más elevado. Y en ese nivel estamos cuando tenemos libertad en Cristo. Yo tengo libertad al estar unido a Cristo, y dicha libertad no es una regla, sino un principio de vida basado en que debo agradar al Señor Jesucristo. Es decir, que mi conducta debe agradarle a Él, no tiene necesariamente que agradarle a usted ni a ninguna organización, sino sólo al Señor. En eso consiste la libertad que tenemos en nuestro Salvador y Señor. Por ello el primer toque de atención del apóstol Pablo en este primer versículo de la parte práctica de su carta a los Gálatas es a una invitación a recordar que Cristo nos liberó para que vivamos en su libertad, y es a la vez un llamamiento a mantenernos firmes en esa libertad, no sometiéndonos nuevamente al yugo de la esclavitud.

Pasemos ahora al versículo 2 de este capítulo 5:

"Ciertamente, yo, Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo".

El rito de la circuncisión era el distintivo de la ley. Y un distintivo indica digamos, a quién o a qué organización pertenece usted. Pensamos que sería muy bueno que los cristianos utilizaran cierto tipo de insignia o distintivo, porque esa sería la única forma de saber que algunos son cristianos. En este pasaje, Pablo dijo que si ellos llegaban al punto de aplicarse la marca o el distintivo de la Ley, que era la circuncisión, entonces Cristo no les serviría de nada.

Pongamos un ejemplo de la vida diaria: Supongamos que usted está tomando una medicina por consejo médico y experimenta cierta mejoría, lo cual le hace ver la necesidad de continuar tomándola. Pero supongamos también que un amigo le recomienda otra medicina que a él le ha hecho bien y entonces usted decide añadir a su tratamiento esa otra medicina por si acaso, por si la primera no fuera suficientemente efectiva. Cuando su médico se entere, le va a decir que elimine la otra medicina, porque si hay incompatibilidad entre ambas medicaciones, el médico le dirá que elimine la otra, la que le recomendó su amigo, o que se decida con cual de las dos desea continuar el tratamiento. Porque de continuar con ambas, su salud podría empeorar y usted no se curaría. Así es que, si se le agrega algo al principio de la gracia, a la provisión completa que uno tiene en Cristo y que ha aceptado por la fe, entonces está invalidando la obra de Cristo en su vida.

Observemos cuidadosamente lo que el apóstol Pablo estaba diciendo. Si uno dice haber confiado en Cristo, y pretende añadir algo más a esa obra de salvación, entonces, no es salvo. Si un creyente de aquella época llegaba al extremo de circuncidarse, que sólo era la marca distintiva de la Ley de Moisés, o si intentaba pasar por alguna otra experiencia para basar en ella su salvación, como podría ser el caso de una persona de nuestro tiempo, entonces la obra redentora de Cristo no le serviría de nada. Sería como el tomar la otra medicina de la ilustración por no haber confiado en su médico, lo cual anularía el tratamiento y la recuperación del enfermo. El Señor no podrá serle de ningún provecho, porque usted ha preparado su propia medicina, y usted no confió completamente en Él para su salvación.

El Dr. Chafer lo expresaba de una manera que siempre nos ha causado impresión; él dijo: "Yo quiero confiar de tal manera en Cristo que cuando llegue a Su presencia y Él me pregunte: "¿Por qué estás aquí?", yo le pueda contestar: "Porque he confiado en Ti como mi Salvador". Y si entonces Él me dice: ?Bien, eso es muy bueno, y me alegro de que lo hayas hecho así, pero ¿que más has hecho?? "Se que fuiste bautizado, que eras miembro de una iglesia cristiana, que has sido presidente de un seminario teológico, que escribiste libros e hiciste muchas cosas más en tu ministerio cristiano". Entonces yo le respondería: "Es cierto, pero nunca confié en ninguna de esas buenas obras para lograr mi salvación. Sólo he confiado en ti, Señor". Estimado oyente, ¿es esa la manera en que usted está confiando en Cristo? El apóstol Pablo lo expresó de una forma muy fuerte cuando les dijo a los Gálatas: "si os hacéis circuncidar, Cristo no os servirá de nada". Siguiendo esta línea de pensamiento podemos decir, y no lo decimos nosotros sino que lo dijo el apóstol Pablo, que si una persona confía en algo o alguien que no sea el Señor Jesucristo, esa persona no es cristiana. Ésa no es nuestra interpretación propia sino la de las Sagradas Escrituras.

Leamos ahora el versículo 3, de este capítulo 5 de la epístola a los Gálatas:

"Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la Ley".

Usted no puede elegir entre los preceptos de la ley aquellos que le gustaría practicar. Y usted no podría dejar de lado el tema de los castigos por las infracciones y muchos otros detalles del cumplimiento de los preceptos. Usted tendría que adoptar todos los preceptos de la Ley, o ninguno de ellos. Yo me alegro de no estar bajo el régimen de ese sistema legal. Tengo libertad por estar unido a Cristo. Confieso, como muchos cristianos, que tengo el problema de no agradarle siempre. Estoy seguro de que mi conducta no siempre le agrada. Pero es a Dios a quien quiero complacer. Y no estoy siguiendo ningún sistema de normas legales obligatorias. Leamos ahora versículo 4 de Gálatas 4:

"De Cristo os desligasteis, los que por la Ley os justificáis; de la gracia habéis caído".

Pablo les estaba diciendo a los creyentes de Galacia y a las generaciones futuras, que si habían sido salvos por confiar en Cristo y después descendían al nivel de vivir la vida cristiana regidos por la Ley, habían caído del principio rector de la gracia de Dios. Esto es lo que realmente significa "caer de la gracia". Pensamos que esta frase ha sido mal interpretada. El "caer de la gracia" no significa caer abiertamente en algún pecado o conducta descuidada o negligente y al hacerlo, perder la salvación de manera que hay que ser salvo otra vez. No tiene relación con esa posibilidad. El "caer de la gracia" es lo opuesto a "una vez salvo, siempre salvo", aunque ambas expresiones están expresadas con una terminología desafortunada. Pablo trató este tema de la caída de la gracia en el resto de este capítulo; y también lo trató en su epístola a los Romanos. En su carta a los Romanos comenzó viendo al hombre en el lugar de la bancarrota total, sin justicia, completamente depravado, inútil e improductivo como un fruto podrido. El hombre es un pecador ante Dios. Entonces, en la conclusión a la epístola a los Romanos usted puede ver al hombre al servicio de Dios, y aconsejado a realizar ciertas cosas. No sólo se le pide que haga ciertas cosas, él está completamente separado para Dios y en consecuencia, tiene que obedecer a Dios.

Hay dos grandes obras de Dios que están entre el hombre en su condición caída y el hombre en el servicio de Dios. Ahora, ¿cuáles son? La salvación y la santificación. Como ya hemos visto en esta carta a los Gálatas, la salvación viene en justificación por fe. Y esto es algo de suma importancia. La santificación quiere decir que después de que usted ya es salvo tiene que pasar a un nuevo nivel de vida. Sería una gran falacia creer que el servicio cristiano es un elemento esencial de la vida cristiana, en el sentido en que usted tiene que ocuparse inmediatamente de algo. Sabemos que la iglesia primitiva estaba más preocupada con la forma de vida de la iglesia, y de que esa vida fuera un testimonio ante el mundo. En la actualidad hemos descuidado mucho ese aspecto tan importante. El mundo de exterior a la iglesia la mira y la deja de lado porque estamos tan ocupados como las mismas hormigas, pero no tenemos vidas que respalden nuestro testimonio cristiano. En vez de concentrarnos en hacer las cosas bien, deberíamos vivir una vida que agrade a Dios, porque al mismo tiempo esa vida será un testimonio vivo ante el mundo de lo que la gracia y misericordia de Dios puede lograr en pecadores que han sido salvos. Porque si estamos complaciendo a Cristo, también estaremos obrando bien. Personalmente creo que se habla más sobre la santificación en las cartas del apóstol Pablo a los Romanos y a los Gálatas, que en cualquier otra parte de las Sagradas Escrituras.

Ahora, ¿cómo hace Dios, bueno, a un pecador salvado? Pues bien Él nos ha dado una nueva naturaleza. ¿Puede entonces el pecador cumplir con la ley o las normas de Dios? No, enfáticamente no. Eso no quiere decir que ha de quebrantar la ley, pero él ha sido llamado a vivir en un plano superior. No hay nada de bueno en la vieja naturaleza. Pablo descubrió esa realidad y descubrió a partir de su propia experiencia que no hay ningún poder de inclinación al bien en la viaja naturaleza controlada por el pecado. Esa condición personal fue elocuentemente expresada en su carta a los Romanos 7:18, cuando dijo, en cuanto a la salvación: "Yo sé que en mí, esto es, en mi naturaleza pecaminosa, no habita el bien". Y en el mismo pasaje nos dijo que también descubrió lo siguiente: "Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo". Y luego, en el versículo 24 de este mismo capítulo 8 de Romanos y como un hombre salvo exclamó: "¡miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?" Pablo no tenía temor de que fuera a perder la salvación, pero era un cristiano derrotado. Pero Dios siempre da un nuevo principio. Este nuevo comienzo que nosotros vamos a encontrar aquí en este mismo capítulo 5, de la epístola a los Gálatas, es el fruto del Espíritu.

El vivir la vida cristiana por este método, es para algunos creyentes algo tan inverosímil, tan inalcanzable como vivir en otro planeta. Ellos nunca esperaron poder vivir allí. Quizás ni siquiera han oído hablar de esa posibilidad. ésta es la clase de vida que Dios quiere que vivamos, y esa calidad de vida sólo puede ser vivida por la fe. O sea, que la fe debe abarcar la vida en toda su extensión, desde el principio hasta el final. Comenzamos la vida cristiana al ser salvos aceptando por la fe la gracia y misericordia de Dios. Y debemos continuar viviendo bajo la gracia y por la fe. 

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